Diseño natural para reactivar las emociones positivas
Desde que en el año 2020 saltara la alarma mundial debido a la pandemia causada por la Covid-19 muchas cosas han cambiado. La salud se ha erigido como uno de los principales bastiones que defender y proteger en nuestro día a día. Por eso se ha puesto como necesidad básica convertir los espacios en los que vivimos, disfrutamos, nos educamos y trabajamos en aliados de la salud.
La realidad es que hasta hace no demasiado, elementos como la luz, el color, la acústica, el color, la morfología, la distribución del espacio o la naturaleza parecían no importar demasiado en la elección de un área en la que trabajar, por ejemplo. Ahora es un tema que preocupa a todos.
Y es que la pandemia hizo que se implantase el teletrabajo y pasados un par de años del inicio de esta crisis sanitaria, la situación sigue siendo incierta. Ahora se apuesta por el trabajo híbrido, una mezcla entre el presencial y el que podemos hacer en remoto desde casa o un coworking. Hay una cosa clara: la influencia que los espacios cerrados tienen en la salud de sus habitantes.
La población actual pasa entre un ochenta y un noventa por ciento de su tiempo en espacios cerrados. La neuroarquitectura, una disciplina poco conocida en España y cuya creación se atribuye al virólogo estadounidense Jonas Edward Salk (1914-1995), lleva desde los años sesenta estudiando cómo los espacios construidos afectan al estado emocional y al comportamiento de las personas.
«La naturaleza ha abandonado su papel de elemento decorativo añadido a espacios ya terminados, para convertirse en una herramienta de construcción y diseño»
En nuestro blog hemos hablado en varias ocasiones de la biofilia, un término que forma parte de esta disciplina ideada por Jonas Edward Salk. Una herramienta de conexión con la naturaleza. Digamos que es una reconexión con todo lo natural, a lo que durante años se le ha dado la espalda.
«Pero no se trata solo de incorporar colores y elementos, como el agua, la vegetación, la luz natural o siluetas y formas botánicas, sino de crear espacios que transmitan las emociones, visuales, táctiles y auditivas, propias del mundo natural; y que envíen un mensaje saludable y sostenible a sus ocupantes», explican desde Actiu.
Se busca dar un paso más y no solo centrar el diseño sostenible en incorporar soluciones y materiales que garanticen bajas o casi nulas emisiones de dióxido de carbono al medioambiente. El objetivo es mejorar la salud y el bienestar de las personas. La naturaleza ha abandonado su papel de elemento decorativo añadido a espacios ya terminados, para convertirse en una herramienta de construcción y diseño.
Aspectos que muchas veces pasan desapercibidos como la sección áurea o el diseño fractal son factores del mundo natural que la arquitectura puede replicar artificialmente para activar partes positivas del cerebro. Interesante, ¿verdad? Formas curvas en referencia al mundo natural, una iluminación que reproduce el ciclo circadiano, techos altos que engañan espacialmente a la mente o texturas y colores que despiertan determinadas emociones, son algunas herramientas con las que el diseño y la arquitectura biofílica buscan devolver a las personas su esencia más natural.
Cada vez apostamos más por una conexión con la tecnología, que se hace imprescindible en nuestro día a día. Y esto nos lleva a una desconexión del mundo natural en el que vivimos. Por eso se hace imprescindible la incorporación de este diseño biofílico a todas las escalas, desde la más doméstica a la de grandes edificios de uso público.
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Photo by Gábor Molnár on Unsplash
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